jueves, 21 de enero de 2010

El número de la bestia


“Que hicieran orgías con cabras no quiere decir que estuvieran poseídas.”
Stellan Skarsgård

Según el sociólogo G. Lenski, se puede definir religión como: “un sistema compartido de creencias y prácticas asociadas, que se articulan en torno a la naturaleza de las fuerzas que configuran el destino de los seres humanos”. Así pues podemos afirmar que, las creencias religiosas forman parte importante del modo de vida de quienes las asumen.

Particularmente si hablamos del cristianismo con más de 2 100 millones de fieles (cerca a un tercio de la población mundial) podemos afirmar que se trata de una de las religiones más influyentes en el mundo occidental.

Dicha creencia monoteísta de origen semita está basada en el reconocimiento de Jesús de Nazaret como el Mesías o Cristo, hijo de Jahvé (Dios), que siguiendo el vaticinio de los antiguos profetas vendría a la tierra para inmolarse con el fin de redimir las faltas de los hombres y tratar de salvarlos en el día del juicio final.

Como dato curioso podemos agregar, existe según esta misma creencia un personaje antagonista. El anticristo, hijo de Satanás (Demonio) cuya obra y presencia marcarían la decadencia de la humanidad y su inevitable condena en el plano espiritual.

Una creencia es tener certeza de algo como verdadero. Las creencias religiosas como ya se ha mencionado antes forman parte relevante en el modo de vida de quienes las acogen ya que establecen un punto de vista con respecto a la muerte, el universo, la ética y moral, el destino, lo divino, etc. En el caso del cristianismo nos encontramos ante la eterna dicotomía del bien y el mal pero también ante una de las grandes preocupaciones del hombre, el fin del mundo. En este caso, encarnado en la imagen de una persona que desencadena una suerte de efecto dominó, el anticristo.

Los años 60, con una amenaza nuclear constante, la guerra de Vietnam, dictaduras militares en América Latina y los controvertidos asesinatos de Martin Luther King y John F. Kennedy parecen ser el escenario idílico para que el cine exponga los temores políticos y religiosos de occidente a través de la famosa trilogía diabólica: El bebé de Rosemary (Roman Polanski – 1968), El Exorcista (William Friedkin – 1973) y La profecía (Richard Donner – 1978).



Al torno de estas películas se ha dicho mucho. Como que el edificio Dakota estaba maldito, que Linda Blair quedó psicológicamente traumatizada, o que los rottweiler realmente son una raza de perros diabólicos. Muy a parte de la psicosis que generaron podemos decir que nos encontramos ante películas logradas dentro de su género. Esto es por el planteamiento de sus historias y su posterior desarrollo.

Así pues observamos en El bebé de Rosemary como las inquietudes más ínfimas se convierten paulatinamente en una realidad, de cómo la locura sustituye al sentido común. El Exorcista nos presenta las fuerzas sobrenaturales que desafían las leyes de la ciencia, aquello que es desconocido. Finalmente La profecía habla del destino como verdadero protagonista de los acontecimientos.

Recientemente hemos visto en cartelera REC (Jaume Balagueró y Paco Plaza – 2007) donde se plantea la idea de una posesión demoníaca en forma de virus, novedosa propuesta que se explica como parte del pánico que generó la gripe aviar y la gripe porcina en todo el mundo. A ver que sigue.


Diego Baca



1 comentario:

EL CLUB DE LA PELICULA dijo...

interesante explicacion sobre un tema que aun todos tememos