miércoles, 30 de setiembre de 2009

BATALLA EN EL CIELO


Alguna vez una amiga me comentó su desagrado por una película en donde se mostraba sexo explícito. Por lo general, las mujeres de mi edad son así, reprueban abiertamente cualquier material audiovisual donde se muestre contenido erótico. Ya sea esta condición debido a cuestiones de puritanismo religioso trujillano o porque simplemente no desean que las malinterpreten. Me pareció raro en el caso de esta amiga, puesto que siempre estuvo libre de cualquier veto, al menos en temas de ese tipo. Imaginaba entonces se trataba de un film porno de mal gusto, tal vez con intenciones de parecer intelectual.

Se trataba de Batalla en el cielo (2005) de Carlos Reygadas, film que había ganado numerosos premios en festivales latinoamericanos y en Europa. Con este dato, supuse que por más crudo que pudiese resultar el sexo explícito, la película debía tener méritos sino estéticos al menos conceptuales.

En la lingüística existe lo que se llama la elipsis. Si hablamos del texto fílmico nos referimos a hechos que se supone han sucedido durante saltos de tiempo y/o espacio, el espectador e incluso los personajes de ficción pueden desconocer estos acontecimientos, no obstante, a lo largo del film deben quedar resueltos. La primera escena de la película nos muestra a un hombre adulto obeso en una aparente expresión de rígido y tortuoso martirio. Cualquiera pensaría que están a punto de torturarlo, sin embargo, el movimiento de cámara nos devela que en realidad una chica muy joven le está practicando sexo oral. Y allí comienza el rompecabezas. ¿Es acaso un violador, se trata el tema de explotación infantil, la chica sufre de alteraciones mentales o es linfómana?. En realidad no lo sabemos. Lo que sigue es un desfile militar con izamiento de bandera. Entonces podríamos pensar que se trata el tema de corrupción política o militar. Más tarde vemos a este hombre acompañado de una mujer adulta vendiendo baratijas en el metro. Las cosas comienzan a aclararse. La mujer es su esposa; pero algo no anda bien, las miradas tensas y los diálogos confusos parecen indicar que hay un problema. Un niño ha muerto.
Luego el hombre pasa a recoger al aeropuerto a la chica de la primera escena. Parece que trabaja para ella. Es su chofer. Debe existir una relación especial entre ellos. Descubrimos que el nombre de él es Marcos y el de ella es Ana. Para que esta chica tenga chofer nos proyectamos, es adinerada. Sin embargo trabaja en un burdel, entonces tiene una doble vida que sólo él conoce. Ahora las cosas tienen sentido.


Marco al llegar a casa hace el amor con su esposa. Un espectáculo más romántico que erótico. Existe afecto e intimidad entre los dos, hablan de entregarse a la policía (nos imaginamos debido a la muerte del niño) y de expiar sus pecados en la peregrinación a una virgen. Más tarde Marcos y Ana se citan y tienen relaciones. Al contrario de los encuentros con su esposa, no hay afecto. El sexo adquiere el nivel de un ritual carnal, frívolo. Posteriormente Marcos se masturba frente al televisor, un equipo de fútbol ha quedado campeón. Esta escena puede interpretarse si se hace una analogía de Marcos y la sociedad como éxtasis del pueblo en actividades tan banales como el fútbol o la religión (acompaña la música de procesión).

Como escenas finales tenemos la muerte de Ana, que es asesinada por Marcos. Al parecer él no puede más con la culpa y no aguanta la indiferencia de la adolescente, por lo que decide matarla. Es en este punto, donde Marco comienza su penitencia con el fin de alcanzar la salvación. La autoflagelación es un comportamiento aceptado para el penitente y la sociedad porque simboliza la manera de expiar los pecados. Marcos muere. Y como escena final volvemos al comienzo. Ana le está haciendo sexo oral pero esta vez, ella le dice que lo ama y él parece feliz. El hecho que nos pueda resultar repugnante la relación de Ana y Marcos, como en el caso de la amiga que cité al comienzo, se hace comprensible gracias a la explicación del director en una entrevista. “Ver a una chica joven y rica chupársela a un hombre mayor y pobre puede molestar a una parte del público. Superficialmente, hay un asombro estético, pero el tabú es mucho más profundo y se basa en la diferencia social. Si el hombre fuese un rico traficante de drogas, nadie se asombraría, la chica sería inmediatamente tachada de prostituta.”

Los actores que participaron en este film no son profesionales. Sin embargo su actuación nos conmueve y sensibiliza. No hablan mucho y cuando lo hacen los diálogos son confusos. El lenguaje no verbal se impone. El sudor, la piel, los cuerpos, los gestos, las miradas y las acciones. Marco no dice mucho pero tiene un mundo interior de sufrimiento, se le nota en el semblante. En el nerviosismo y la tensión de sus actos.

La ciudad de México es una extensión del cuerpo de Marcos. Análogamente, son uno el espejo del otro, en su fe y sus problemas. Aunque la presencia caótica de la urbe solo sea presentada durante breves momentos.

La música empleada es la de procesión religiosa. Le da a la película la solemnidad de un ritual por etapas: la culpa, búsqueda de la salvación, el pecado, la penitencia y la redención. No sabemos si Marcos va al cielo, pero se ve feliz y no lo digo tanto por la situación que experimenta sino porque parece no tener más sentido de culpa, la muerte lo ha liberado, ha lavado sus pecados, el infierno se ha acabado.


Por Diego Baca

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